Numerosas actividades turísticas promovidas por particulares o centros de cautiverio de animales ofrecen la posibilidad de interactuar de manera directa con ellos.
En un intento de buscar nuevas formas de negocio, en los últimos años han aparecido actividades inverosímiles como, por ejemplo, bucear con elefantes, nadar con crías de tigres, dar biberones de leche a peces exóticos, o merendar en cafeterías con a serpientes y tarántulas.
Pero esta breve diversión del público se realiza siempre a costa del bienestar y la vida de los animales.
En el caso de las especies salvajes, cualquier interacción puede resultar perjudicial y peligrosas para todas las partes implicadas. Estos animales no están acostumbrados al contacto con los seres humanos y, aunque hayan nacido en cautividad, puede estresarse, enfermar y sobretodo resultar peligrosos.
Para evitar posibles daños a los turistas a menudo necesario sedar a los animales, encadenarlos, mutilarlos (arrancándoles garras y dientes) o precintarles la boca. Existen graves riesgos también para la salud de las personas que participan en estas actividades por la posibilidad de transmisión de enfermedades zoonoticas.
La mayoría de las empresas que ofrecen la posibilidad de interactuar con sus animales, suelen alegar que la tarifa que los turistas pagan se destinará a ayudar al mantenimiento de los animales o a la conservación de la especie. Lamentablemente la realidad suele ser muy distinta ya que se trata de animales explotados, mantenidos en condiciones inapropiadas, e incluso capturados de la naturaleza u obtenidos del tráfico ilegal.
En las actividades que implican especies domésticas como perros o équidos, también son habituales las malas prácticas, en especial la sobreexplotación de animales forzados a trabajar largas jornadas, en condiciones climáticas a menudo extremas y sin la suficiente atención veterinaria.
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