Los programas de interacción con delfines, ya sea en cautividad como en libertad, están aumentando en número y popularidad. Es comprensible que el público tenga curiosidad por acercarse a estos animales, sin embargo, estas interacciones son preocupantes por numerosas razones.
Los motivos en contra del confinamiento de los cetáceos son irrefutables y consecuentemente, cualquier propuesta a favor de su cautiverio debería ser rechazada basándose principalmente en el bienestar del animal.
Los riesgos de estas interacciones tanto para los humanos como para los animales son multíplices.
Los delfines son animales fuertes (con su gran tamaño y peso, su fuerza es hasta 7 veces superior a la de un atleta humano), temperamentales y –al ser salvajes- impredecibles. Normalmente se utilizan para estas actividades a hembras jóvenes ya que su comportamiento es más manejable y los machos son más propensos a mostrar comportamientos agresivos y sexuales bajo ciertas condiciones y en ciertas épocas del año.
Existe también un riesgo potencial de transmisión de enfermedades (agentes zoonóticos) entre los humanos y los delfines. Se pueden contagiar infecciones bacterianas o virales, como las respiratorias, de hombres a delfines y viceversa. Muchas enfermedades pueden penetrar por los cortes, irritaciones, y, sobretodo, mordeduras.
Las personas que participan en estos programas nunca son plenamente conscientes de los riegos que pueden sufrir al interactuar con los animales. De hecho, en muchos casos, deben firmar un documento que exime de responsabilidades al centro y a las administraciones de cualquier denuncia sobre lo que pueda ocurrir durante el encuentro.
Los animales también pueden verse afectados por tragar objetos que caen en sus piscinas (llaves, gafas de sol, etc.), por el estrés de no poder retirarse del contacto humano o por molestias -deliberadas o involuntarias- de los participantes (que tiran de sus aletas y les tocan los ojos, los orificios de respiración, etc.) y que pueden entender como una agresión reaccionando defensivamente. Cuando los nadadores se ponen nerviosos pueden resultar heridos ya que los delfines perciben el nerviosismo y pueden agitarse y reaccionar agresivamente.
Algunos estudios muestran que el nivel de silbidos emitidos por los delfines aumenta antes y durante las sesiones de “nadar con delfines”, indicando así un nivel de estrés en anticipación a las sesiones y durante el transcurso de las mismas.
En algunos centros existen también piscinas para tocar a los delfines llamadas “Petting pools”. En éstas se suelen ubicar a los animales que son demasiado agresivos para bañarse con las personas o que no responden en los espectáculos. En ocasiones caen o se lanzan objetos a estas piscinas que pueden causar graves problemas- e incluso la muerte, a los animales. Los delfines son exhibidos permanentemente durante las horas de apertura del parque al público (que pueden ser 12 horas al día), y cada día. Este entorno sumamente ruidoso resulta especialmente estresante para los animales. Hasta hace poco en la mayoría de los centros, los visitantes podían comprar comida y dársela a los animales: ésto les provocaba problemas alimentarios como obesidad, desnutrición o la ingesta de alimentos inapropiados. En parte se ha puesto fin a esta práctica debido a los numerosos casos de mordeduras de delfines a miembros del público (mayoritariamente niños).
Es muy complicado garantizar que bañarse con cetáceos en libertad no se convierta en una actividad que los afecta negativamente. Y en los últimos años, con fines comerciales, se han multiplicado los operadores que ofrecen estas interacciones.
Aunque puedan haber empresas responsables con los animales, lamentablemente otras acosan y molestan continuamente los cetáceos acercando demasiado sus lanchas para dejar a los clientes en el agua. Algunos estudios demuestran que, en algunos lugares, los delfines están abandonando sus hábitats tradicionales - ahora repletos de embarcaciones - hacia aguas más tranquilas. Se teme que las constantes interrupciones durante los periodos de alimentación, descanso, cría, puedan repercutir a largo plazo en la salud y bienestar de individuos y poblaciones.
Otro aspecto a considerar es la seguridad tanto de los nadadores como de los cetáceos. Los delfines son animales de gran tamaño y fuerza, que pueden herir a las personas bien accidentalmente o si se sienten amenazados de algún modo. Las hélices de las lanchas y el comportamiento desconsiderado de estas personas además, les pueden ocasionar heridas de diferentes tipos.
En algunos lugares, los monitores de las lanchas ofrecen alimento a los animales para mantenerles cerca de los turistas. Esta práctica puede fomentar la “mendicidad” creando así una dependencia artificial de los delfines hacia los humanos y provocando que dejen de buscar comida de manera independiente.
Es posible encontrar más información sobre el tema en la web de la Whale and Dolphin Conservation Society y en la web de la campaña de FAADA SOSdelfines
Turismo Responsable - Fundación FAADA
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