Una variedad de especies de loro son utilizadas en fotografías y espectáculos en zoológicos, parques de entretenimiento y hoteles. Según indica un informe de Greg Glendell para Born Free Foundation, estas actividades implican un gran abanico de problemas para los animales.
Los métodos de entrenamiento pueden ser muy variables, pero la mayoría son similares a aquellos utilizados con los animales de circo. A los loros se les puede entrenar a través del castigo o el refuerzo negativo (cuando un ave es sometida a estímulos adversos hasta que finalmente lleva a cabo la acción que se le exige). Estos métodos suelen ser agresivos y basados en amenazas.
Así mismo, las aves también pueden ser sometidas a la privación de alimento horas antes del espectáculo. De esta manera, durante el “show” son obligadas a realizar lo que se les pide para recibir comida. Cuando no se les alimenta durante más de 4 horas, la salud de estos animales puede verse comprometida, y se conocen casos de aves que no han comido en hasta 12 horas al fin de garantizar su “rendimiento” durante el espectáculo. Los loros no tienen ninguna adaptación para hacer frente a dicha privación y este estrés alimentario puede verse reflejado en un mal crecimiento de las plumas.
Muchas de las personas que se dedican a estos espectáculos no han realizado cursos profesionales de manejo de animales y no disponen de conocimiento científico sobre su comportamiento, o sobre métodos de modificación de conducta no invasivos.
Salvo una sola excepción todos los loros son fundamentalmente criaturas voladoras. Utilizan el vuelo para escapar de cualquier amenaza para su seguridad. Cuando no se requiere que las aves vuelen como parte de un espectáculo, se les suele “desactivar” el vuelo a través de dos tipos distintos de mutilaciones. De forma permanente por pinioning, o "temporalmente" por un repetido recorte de las alas.
El pinioning implica la amputación de parte del ala en la articulación de la muñeca (cortando así la "mano" del animal).
El recorte consiste en cortar algunas plumas de vuelo de una o ambas alas. En este caso, si le vuelven a crecer correctamente las plumas, las aves pueden recuperar sus habilidades de vuelo. Pero ésto a menudo precisa de la intervención veterinaria ya que el crecimiento puede ser problemático, y a menudo resulta en una pérdida significativa de sangre debido a la ruptura repetida de alas “de sangre”.
Las consecuencias sobre el comportamiento de animales naturalmente voladores son, como es fácil imaginar, gravísimas. Las reacciones adversas incluyen comportamientos extremadamente sumisos y temerosos que hacen a las aves "más fáciles" de entrenar.
Los animales además no pueden escapar de su entrenador ni de cualquier otra personas. Por esto se suele recortar las alas a las aves utilizadas para fotografías con turistas, aunque algunas son “sencillamente” maniatadas.
Como especies tropicales, los loros están adaptados a 12 horas de luz y 12 horas de oscuridad cada día. Por lo general, destinan alrededor de 6 horas al día a buscar su alimento y a comerlo. El resto del tiempo lo pasan acicalándose, socializando y descansando (digiriendo los alimentos). La mayoría de loros salvajes vuelan entre 56 y 72 kilómetros por hora y cubren cientos de kilómetros de distancia cada semana de sus vidas junto a sus compañeros.
Las aves cautivas a las que se les impide llevar a cabo estos comportamientos naturales sufren severos estados de frustración.
Sólo el hecho de que un ave tenga que trabajar más de 6 horas al día puede afectar su bienestar.
Y cuando tienen que actuar en condiciones de poca luz, acaban asumiendo comportamientos temerosos, sobre todo en el caso de sujetos mutilados que no pueden volar.
A pesar de ser aves tropicales, los loros están en riesgo de sufrir estrés por calor ya que su temperatura corporal normal es de 40 a 42ºC. En su estado natural, estos animales evitarían situaciones de este tipo pasando largos períodos de tiempo bajo la copa de un árbol a la sombra y volando.
La psitacosis es una infección bacteriana frecuente en los loros y muchas aves pueden ser portadoras de este microbio sin mostrar síntomas. Algunas aves acaban falleciendo, especialmente si se lesionan o están estresadas. La psitacosis puede ser transmitida a los humanos directamente de las aves o a través de su materia fecal en el aire. Existen tratamientos pero si esta condición no es tratada puede resultar fatal.
La salmonelosis es una infección común en los loros y se puede transmitir a los humanos por contacto directo o indirecto con las aves o los artículos que éstas han tocado (incluidas las manos de su entrenador).
Los loros de tamaño mediano y grande son capaces de infligir lesiones graves a las personas si muerden. A diferencia de la mayoría de otros pájaros, estos animales tienen una fuerte capacidad de trituración con su pico (de hecho pueden aplastar las nueces de Brasil de un solo bocado). Las lesiones más comunes son mordeduras en las manos y la cara.
Cuando no están a la vista, las aves utilizadas en espectáculos suelen mantenerse en jaulas tan pequeñas que acaban ocasionándoles serias frustraciones del comportamiento. Como por ejemplo auto-arrancarse las plumas, auto-mutilarse, y trazar estereotipados y repetitivos caminos dentro de la misma jaula.
En estos espacios diminutos y en condiciones ajenas a sus hábitats naturales, no pueden socializar con los de su propia especie, buscar comida o realizar el ejercicio necesario.
El uso de aves para espectáculos o fotografías conlleva una serie de graves implicaciones para el bienestar de estos animales. Según estudios llevados a cabo por la profesora Irene Pepperberg, en EE.UU., los loros muestran una capacidad de aprendizaje similar a la de un ser humano de 3 años. Pepperberg ha demostrado que los loros grises pueden usar el lenguaje humano en su contexto, algunos números (cuentan hasta 6) y conceptos abstractos tales como forma, color, tamaño y naturaleza del material al describir los objetos. De hecho muestran un grado de inteligencia similar o mayor al de varios primates.
Los loros son también muy conscientes de todo lo que sucede a su alrededor. Muchos son, por naturaleza, temerosos de situaciones nuevas (nuevas personas, objetos y sonidos). Esta neofobia es una adaptación para evitar amenazas a su seguridad en su estado salvaje, así que los animales obligados diariamente a estar en contacto con personas y objetos desconocidos sufren un considerable estrés.
A diferencia de la mayoría de los mamíferos, los grandes loros tienen una esperanza de vida similar a la de los seres humanos, por lo general viven de 40 a 65 años. En consecuencia, su sufrimiento puede durar décadas.
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