El turismo de caza se define como una actividad turística en la que el viajero se desplaza tanto a nivel doméstico como internacional con el propósito de cazar. Según los que practican esta ocupación, el turismo de caza y la caza deportiva en general, contribuyen positivamente a la conservación de las especies y de su hábitat y representan una importante fuente de ingresos para las poblaciones locales.
Pero estas afirmaciones no reflejan la realidad.
Aunque no cabe duda de que el turismo de caza – en particular el de caza mayor - sea un negocio lucrativo, el eco-turismo (que se basa principalmente en el avistamiento de animales) genera ingresos 15 veces mayores. Las razones son evidentes: a pesar de que los cazadores paguen ingentes cantidades de dinero, los turistas son muchísimo más numerosos. Los cazadores además, pagan para disparar a un animal - que fallece y por lo tanto pierde su “valor económico”, mientras que los turistas pueden “disparar” con sus cámaras a ese mismo animal centenares de veces, y el animal sigue conservando intacto ese mismo “valor”. En la mayoría de los lugares, la temporada de caza tiene una duración limitada, mientras que el eco-turismo o los avistamientos se pueden realizar a lo largo de todo el año y crean un número de puestos de trabajo muy mayor. El resultado es que los ingresos del turismo de caza representan un insignificante 1,8% de los del turismo en general en los nueve principales países donde esta actividad está permitida.
La caza mayor es un negocio importante sobre todo en África, y esto no es de extrañar considerando que los aprox. 60.000 $ que los cazadores están dispuestos a pagar representan una cantidad de dinero fácil muy apetecible para los gobiernos de un país en desarrollo. Pero este dinero no se utiliza para el sustento de las poblaciones locales o para la conservación de la fauna: tan sólo un 3% de los ingresos generados por esta industria llegan realmente a las poblaciones de las localidades donde se llevan a cabo las cacerías. El resto acaba mayoritariamente en los bolsillos de los políticos, y lo que queda es repartido entre las empresas de caza, los terratenientes, los agentes internacionales y los taxidermistas.
El turismo de caza además, está poniendo en grave peligro el eco-turismo- que representa la más importante forma de sustentamiento de la población local- y cuyos representantes se quejan de que los cazadores asustan a los animales provocando que se escondan y de que también asustan a los turistas, que en más de una ocasión han sido testigos accidentales de la matanza de un animal.
Por último hay que recordar que la caza mueve mucha corrupción: lo que buscan los cazadores son trofeos raros y para conseguirlos, varios de ellos están dispuestos a sobornar y pagar algún que otro “extra” para disparar a especies en peligro, a animales de sexo y edad no permitidas o para cazar con métodos ilegales.
Hasta en EEUU y Canadá, dos de los países mejor regulados en este sentido, la caza furtiva sigue practicándose “detrás” de la deportiva: en los estados de Maine, Alaska y Alberta, varios guías veteranos han sido pillados in fraganti.
Apoyada por poderosos lobby de caza internacionales, esta industria promociona el turismo de caza como una forma de conservación, haciendo caso omiso de las recomendaciones de científicos de todo el mundo que advierten que las consecuencias para las especies pueden ser gravísimas. Los expertos coinciden a la hora de indicar que por cada león adulto que muere asesinados, hasta 12 crías fallecen. Esto porque otro macho dominante ocupará su lugar, matando a sus cachorros. Dicho fenómeno ha sido ampliamente documentado en leones, osos y leopardos y varios otros animales.
Se generan por lo tanto también graves implicaciones genéticas: los cazadores – que quieren lucir el animal más “atractivo” encima de sus chimeneas- apuntan a los ejemplares con las melenas más largas y los cuernos más grandes – y que generalmente son los que defienden a los demás miembros del grupo – provocando que en las nuevas generaciones estas características vayan desapareciendo o sean cada vez menos pronunciadas. Así mismo, si los animales más fuertes desaparecen, sólo se reproducirán los más débiles y cuyas características genéticas no se mantendrían de manera natural. Para poner unos ejemplos prácticos, la caza de elefantes está llevando a qué cada vez más elefantes africanos nazcan sin colmillos y a que en Canadá, las dimensiones de los cuernos del muflón se hayan reducido a un preocupante 25% en los últimos 40 años.
Esta actividad además, está destrozando las dinámicas naturales de enteras poblaciones de animales y ha contribuido a la extinción de especies en todo el mundo, como el tigre de Tasmania y el alce gigante.
Aunque los cazadores ven en sus presas un simple trofeo, estos animales son seres vivos y sintientes a los que en ocasiones se deja morir desangrados ya que los cazadores no quieren estropear su trofeo agujereándolo con un tiro.
Los animales asesinados además, no son las únicas víctimas, puesto que familias y manadas enteras acaban afectadas. Para animales como los lobos, que estrechan vínculos de por vida y viven en grupos pequeños y muy unidos, la pérdida de un miembro de la familia puede tener graves repercusiones. El estrés que estos animales padecen, puede comprometer sus hábitos alimentarios y hacer complicado que puedan almacenar las reservas de grasa y energía que tanto necesitan para el invierno. El estrés y el miedo pueden también provocar que los animales se acerquen demasiado a las carreteras, abandonen sus crías o se debiliten tanto que acaben enfermos o mueran.
Por último, afirmar que la caza respeta la naturaleza implica que la vida de los animales no tiene ningún valor intrínseco sino importa solo por la función que éstos cumplen y el beneficio que aportan a los seres humanos. Pero todos los animales – humanos y no – somos seres que sentimos y disfrutamos de nuestras vidas y que por lo tanto tenemos valor por nosotros mismos y derecho a disfrutar de nuestra existencia, independientemente de lo útil que ésta le resulte a otros.
Fuentes y más información en los informes de Economists at Large; IFAW; A League Against Cruel Sports; Igualdad Animal
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