En el año 2003 IUCN (International Union for the Conservation of Nature) llevó a cabo un estudio para calcular el número de pandas gigantes que serían necesarios para poder mantener una población autosuficiente, (viable sin la intervención humana) en cautividad, si se seguían las recomendaciones sobre los pares genéticamente compatibles. El número resultó en 300 pandas. En aquel momento los “expertos” en pandas de todo el mundo se dieron la mano satisfactoriamente, se miraron, y entre ellos se dijeron que se trataba de un excelente objetivo…
Al año siguiente del estudio, el análisis genético de las crías demostró que el número de esas recomendaciones que se estaba siguiendo era de CERO. En el año 2004 el objetivo de 300 pandas ya había sido alcanzado, pero el libro de seguimiento de los sementales, en el que se recogían todos los datos, estaba lleno de “incógnitas” en la columna de paternidad, los tests habían fallado, y entonces no podía saberse si realmente esa población sería autosuficiente. Había que hacer más, criar más.
De manera que en 2012 la industria del panda gigante decidió aumentar de manera arbitraria ese número hasta 500.
¿Pero realmente para tener a estos animales cautivos merece la pena? ¿Qué se consigue más allá del creciente negocio de la “producción” de cachorros…?
Noticia sobre el record de nacimiento de pandas alcanzado en China
En efecto, la industria de cría de pandas se ha convertido en una industria multimillonaria que trabaja a tiempo completo, y más aún si los que la controlan son capaces de convencer a la gente de que los pandas son incapaces de reproducirse por sí solos. Aunque la realidad es que a los pandas no les pasa nada con su reproducción, estos animales, como todos, están perfectamente capacitados para reproducirse, pero al ritmo que marca su naturaleza y al que su hábitat es capaz de soportar. Una hembra de oso panda cría una media de un cachorro cada 4 ó 5 años, ésta es su tasa de reproducción normal.
En condiciones naturales los cachorros permanecen con sus madres entre año y medio y tres años, y las hembras no vuelven a reproducirse hasta que la cría es independiente y puede desenvolverse bien en el mundo exterior sin su ayuda.
La época de apareamiento es la primavera, que coincide con el momento en que los adolescentes, hembras y machos, comienzan a aprender cómo todo, desde el punto de vista físico y social. Los pandas son animales complejos y el desarrollo comportamental de la especie, en un contexto social y dinámico es una parte fundamental de su crecimiento; ésta es una de las razones por las que los cachorros permanecen con sus madres tras finalizar el periodo de lactancia.
En los centros de reproducción los cachorros son criados en un ambiente “humano-intensivo”, en el que sus posibilidades de desarrollo natural y social se ven seriamente comprometidas; son privados de toda oportunidad de realizar cualquier comportamiento natural de un panda, excepto mascar hierba. Su día a día está totalmente planificado; se les fuerza a comer, dormir y hasta a hacer sus necesidades, antes de recibir el clamor de los visitantes, por lo que la mayoría de los días pasan para ellos marcados por el aburrimiento, la falta de estímulos y los comportamientos estereotípicos.
Por supuesto la principal manipulación que sufren estos animales, y que afecta directamente a su bienestar, es la de su reproducción. Al llegar la primavera, de repente los individuos están hormonados, la hembra muestra un deseo furioso por aparearse, y los machos, que no han podido seguir una evolución normal del celo de la hembra, y que no entienden cómo su comportamiento ha cambiado de un día para otro, y esto les hace sentirse perdidos y sin saber cómo actuar. Y entonces se dice de ellos que son tontos y que no saben reproducirse, y por esto se han ganado la reputación de “idiotas sexuales”, aunque injustamente, ya que todo el mundo sabe que ninguna especie puede haber evolucionado si no sabe cómo reproducirse…
Así que esta estupidez sexual “humano-creada” que sufren los pandas es su vez la excusa perfecta para una brutal intervención humana en forma de inseminación artificial.
Las hembras panda entran en celo una vez al año y les dura sólo entre 12-24 horas, de ahí la complejidad de sus relaciones y su apareamiento. En cautividad los análisis de orina permiten controlar los niveles hormonales y predecir cuándo se producirá la ovulación, con un margen de 48 horas antes. Para poder abarcar ese margen y estar además extra-seguros, en estos centros se llega a inseminar a las hembras 2 veces al día durante 3 ó 4 días consecutivos; y cada vez la hembra es anestesiada con Ketamina, atada a una mesa e inseminada mediante el uso de instrumentos metálicos.
La Ketamina hace que el cerebro disocie la realidad de las emociones y de la percepción, el individuo pierde el control sobre su cuerpo y sobre el movimiento de sus músculos, y además provoca alucinaciones. En medicina veterinaria, la Ketamina se combina normalmente con otras drogas que permiten equilibrar esa disociación y conseguir una anestesia relajada; pero en estos centros no se hace así con los pandas…
En un proceso habitual de inseminación artificial la hembra no tiene tiempo ni de comer, ni de beber, ni de descansar durante esos 2 ó 3 días. En medio de esos estados alucinógenos, la hembra permanece en una celda de cemento, y además, se introduce un macho con ella por si acaso surge un apareamiento “natural”. Así que, además de todo lo anterior, la hembra tiene que enfrentarse a la agresividad y a la carga hormonal de un macho que se encuentra claramente en condiciones de ventaja física sobre ella.
Como puede verse es un proceso que resulta tremendamente estresante para las hembras.
Pero hay que decir que el macho tampoco se libra del dolor y el tormento. La otra parte fundamental de la inseminación artificial es la recolección de semen, y el macho no contribuye de manera voluntaria a esta recolección. No se va tranquilamente a una esquina y llena un tubito de plástico, de hecho también se le proporciona una dosis de Ketamina suficiente como para inmovilizarlo, se le atan las cuatro patas a la mesa, y mientras una persona agarra además sus orejas como medida extra de seguridad. Entonces se le transmite una descarga eléctrica por el recto, con un grueso tubo de metal, donde finalmente se recoge el eyaculado. Electroeyaculación se denomina este proceso.
Como hemos mencionado antes, la Ketamina tiene muchos efectos, pero no es analgésico, no bloquea el dolor, por lo que el macho percibe todo, sólo que no puede escapar, no puede moverse ni defenderse, ni siquiera puede vocalizar para liberar su agonía.
Unas semanas antes del nacimiento de la cría, la madre es trasladada a una celda de metal con barrotes en tres lados, con una colchoneta o a veces paja, y nada más; ni una plataforma, ni un árbol al que trepar, ni un sitio para esconderse, nada de lo que estos animales necesitan para sentirse cómodos y seguros. En libertada los pandas pasan la mayor parte del tiempo en la parte alta de los árboles, cuando no están comiendo bambú, ya que es ahí donde se sienten más seguros. Son animales celosos de su privacidad y evitan a los humanos siempre que tienen la oportunidad, y sin embargo en estos centros han de permanecer en estas celdas 24 horas al día, 7 días a la semana, con las luces, gente chillando, fumando, haciendo ruido, y sin ninguna posibilidad de escapar o esconderse.
Vídeo de la madre en celda de cemento
En esta celda parirá a su cría, y permanecerá en ella de 3 a 5 meses, que será cuando se lleven al cachorro. En cautividad se les retiran las crías en diciembre para asegurar que la hembra vuelva a entrar en celo en primavera, ya que se espera de ella que para una cría cada año. Y así pasará gran parte de su vida, en una celda de cemento, sin un momento de alivio de la presencia humana y de la invasión que hacen de toda su conciencia. Es una máquina de fabricar ositos en blanco y negro para mantener viva una industria de crueldad y explotación, un negocio montado sobre una farsa.
Hay conservacionistas que dicen que algunas de estas acciones pueden traducirse como acciones de “conservación”, pero otros ponen sobre la mesa el hecho de que para la verdadera conservación, los animales necesitan un espacio. Un espacio que les pueda cobijar y alimentar, alejado del ruido y de los humanos, de su codicia, y entonces argumentan que el dinero podría estar mejor empleado en otras cosas, como por ejemplo en la protección y conservación de su hábitat, en la actualidad seriamente amenazado. Pero ésta ya es otra historia…
(Texto original de K. Loeffler, 2013).
[…] Si te preocupan realmente los animales y quieres lo mejor para ellos, te animamos a reflexionar sobre las visitas a zoos y a leer este artículo sobre la industria del Panda Gigante. […]