Australia consigue una convivencia honrada entre humanos y pingüinos

Los habitantes de Phillip Island, en Australia, pueden alardear de disfrutar a diario de un bonito espectáculo de la naturaleza. Cada tarde, miles de pingüinos llegan a la playa para regresar a sus refugios a pasar la noche. Después de estar todo el día pescando, surfean las olas del mar hasta tocar tierra y empiezan entonces el desfile que les devuelve a casa. Una vez el sol se pone, pequeños grupos de pingüinos comienzan a aparecer por la orilla con su andar tambaleante, las alas abiertas y su cola respingona. Su gracioso caminar convierte este ritual en una tierna estampa que esboza sonrisas en todos los visitantes.

Pero justamente fue esta singular marcha la que en su día les puso en peligro. Y es que desde principios del siglo pasado, los turistas han hecho cola para presenciar esta cabalgata hasta construir casas en las mismas zonas donde los animales tenían sus madrigueras, hecho que provocó que a finales de los años 70, la población de pingüinos se viera claramente amenazada. El problema era muy local, de hecho, no se temía por la desaparición de la especie de manera global pero si no se actuaba a tiempo y a consciencia, pronto Phillip Island se quedaría sin ellos.

Y aquí es cuando los lugareños decidieron pasar a la acción. A mediados de los años 80, el estado de Victoria decidió crear un tipo de parque natural que protegiera el territorio contra cualquier peligro, a la vez que siguiera funcionando como lugar de peregrinaje habitual de turistas. La idea era arriesgada y complicada pero acabó por convertirse en una lección magistral sobre cómo conservar la naturaleza y sacar partido de ello a través de los visitantes, quienes a su vez, quedan satisfechos por presenciar la comparsa.

El gobierno australiano compró todas las construcciones privadas que se habían erguido a la vera del hábitat de estas aves para posteriormente derribarlas y devolver la zona a los animales. Luego, se diseñaron unas áreas especiales de observación con gradas y pasarelas que permiten a miles de personas ver cómo estos menudos pingüinos emergen del agua sin interponerse en su camino. Además, el parque y su mantenimiento se financia casi en su totalidad con la recaudación provinente del turismo.

La especie que habita en Australia son los llamados “pingüinos azules”, los más pequeños del género con unos 40 centímetros de altura y un quilo de peso. Tienen un plumaje negro azulado y se alimentan de varios tipos de pescado y pequeños animales marinos. Viven en grandes colonias y construyen sus nidos cerca de la vegetación para quedar a refugio de otros depredadores. Cuando llega la hora de volver a la guarida, siempre siguen el mismo camino. Es por eso que resulta bastante fácil adivinar la ruta para poder contemplarla sin molestarles.

Y así, hoy día, se puede decir que la colonia se ha recuperado con creces hasta alcanzar los 30.000 ejemplares. Muy lejos quedan ya los poco más de mil que quedaban a mediados del siglo XX. Un cambio de enfoque, una apuesta por el compromiso y ganas de preservar la Madre Naturaleza han sido los ingredientes para hacer posible que, por fin, animales y humanos convivan en paz respetando cada cual sus límites. Una estrategia que, además, ha dado pie a numerosos estudios científicos sobre el comportamiento de la especie.

Fuente: http://io9.com/how-one-community-brought-these-cute-penguins-back-from-747362040

09/10/2013